miércoles, 14 de septiembre de 2011

Como volver a casa

:: 


Crecimos a dos cuadras de distancia. 
Son de esas dos cuadras separadas por una avenida, de esas que separan barrios, colegios, vueltas manzana en bicicleta y escondidas.
La librería estaba en la avenida y cuando digo la librería, todos sabemos que es la de Tito. Que no se llamaba Tito sino Carlos.
Era tan chiquita que en marzo la cola salía  a la calle y se comía unos metros de 25 de mayo.
Supongo que nos debemos haber encontrado ahí al menos una vez al mes, teniendo en cuenta que yo iba casi todos los días y él casi que también.
Cuando el micro de Miguel ya no me llevaba de vuelta a casa, el 283, cualquiera de los tres ramales, intentaba mostrarme su casa cinco días a la semana. Seguramente pasaba por ahí en el momento justo en que yo me paraba para tocar el timbre y bajarme en la esquina de la mía. 
Cuando nos mudamos con mi familia durante el año en que se construía mi casa, sólo nos separaba una cuadra, ninguna avenida y nuestras casas estaban casi en la misma ubicación en distintas manzanas.
A pesar de todo eso nunca lo vi jugando en la calle, ni al fútbol en el campito de la esquina devenido en estacionamiento, ni caminando con sus hermanos, ni a upa de su mamá una tarde de sueño. Nunca nos cruzamos en la vuelta manzana de la bicicleta, nunca vio mi bicicleta roja ni el golpe que me di con el canasto de la basura de la esquina. No me tiró ninguna bombita de agua en carnaval ni me vio la veintiúnica vez que saqué a pasear a mi perro Ashton.
El día que nos presentaron él tenía pelo largo, cara de responsable y chomba turquesa. Yo tenía cara de nena y siempre había sido responsable.
Nunca nos hubiéramos gustado.
El día que nos volvimos a ver teníamos algo así como trece años más. Él estaba pelado, la responsabilidad la había dejado en la casa de su mamá y en la cara tenía una sonrisa. Yo ya tenía algunas arrugas en los ojos, mi mayor responsabilidad ese día se había quedado en la casa de su papá y en la cara también tenía una sonrisa.
Ya no vivíamos en el mismo barrio, no íbamos a la librería de Tito, y  para vernos no bastaba con cruzar una avenida.
Sin embargo nos volvimos a encontrar y como aquellos que se conocen de toda la vida no hizo falta decir nada más.
El día que volvimos a Lanús, 25 de mayo la caminamos de la mano.


El día que volvamos a Lanús.


::

2 comentarios:

Andy dijo...

maravillosa declaracion de amor!

Luciana dijo...

Gracias Andy.
Perdón por la demora en la respuesta. Llega un año tarde.

Igual, no volvimos juntos a Lanús.